Había un vez hace muchos años, en un lejano país, un rey y una reina que tenían muchísimas ganas de tener un bebé. Llegaban años queriendo quedarse embarazados pero no lo conseguían.
Nada más nacer la reina le dijo al rey:
- “Quiero que cada una de nuestras hijas tengan nuestro anillo de bodas colgando de estas dos cadenitas donde también cuelga en cada una, una medallita de la virgen.
El rey extrañado cogió las dos cadenas con las medallitas de la virgen y colgó los dos anillos de bodas, cada uno en una cadena.
Cuando las gemelas tenían 15 años, el rey las mandó llamar y les dijo:
- “Hijas mías por motivos de palacio he tenido que firmar un acuerdo con el reino más cercano, y sé que no os va a gustar nada”.
Las bellas princesas intrigadas le preguntaron:
- “¿Qué ocurre padre?
El rey les contó que en el reino más cercano había un príncipe, este príncipe tenía ordenes de su padre de casarse con la mujer más bella del mundo, y las dos mujeres más bellas del mundo eran ellas. Las princesas se miraron. Todavía no entendían lo que su padre les quería decir.
- “Resulta, que en el palacio las cosas no han ido muy bien. Y necesitamos las ayudas que nos ofrece el reino más cercano, para que ellos nos ayuden, nos han pedido que el príncipe se case con alguna de vosotras”.
Las princesas horrorizadas le dijeron a su padre que eso no podía ser, que ellas querían casarse por amor y no por obligación. Pero el rey ya llevaba mucho tiempo con esa idea en la cabeza, y no podía decir que no al príncipe.
Un día por la mañana llegó a palacio, el príncipe del reino más cercano. Las gemelas estaban nerviosísimas, porque no sabían cual de las dos iba a ser elegida para casarse con el príncipe, puesto que las dos eran igual de bellas. Pensaban también como sería el príncipe, si sería guapo, si será alto, apuesto, elegante... mientras las princesas conversaban, entró el príncipe en el palacio, y en ese momento una de las gemelas al ver al príncipe se enamoró completamente de él, y él también de ella. Fue amor a primera vista.
Después de estar hablando y hablando, el príncipe le dijo al rey que a pesar de que las dos princesas le parecían guapísimas, él nada más entrar por la puerta principal se enamoró de una de ellas.
Y el rey empezó a organizar los preparativos de la boda.
Una semana antes de la boda, la princesa cayó enferma. En palacio estaban todos muy preocupados, y sobre todo el príncipe ya que no quería que a su amada le pasara nada malo. Pero era invierno y la princesa empeoraba, hasta que murió. Se quedaron todos muy tristes en palacio, y sobre todo el príncipe.
Pasó un año, y el padre del príncipe le dijo que si no se casaba con la mujer más bella del mundo, dejarían de darle ayudas al reino de las gemelas. El príncipe muy agobiado le contó al rey. Y decidieron que como las gemelas eran las mujeres más bellas del mundo, pues la única solución que había era casarse con la otra gemela, que era igual de bella.
La princesa tras recibir la información de que se tenía que casar con el príncipe, a quién no amaba; decidió atrasar la boda para ver si podía hacerles cambiar de opinión. Y la princesa tuvo una idea e hizo llamar al príncipe y le dijo:
- “Me casaré contigo pero me tienes que hacer un regalo de pedida, y como soy princesa quiero que sea muy bonito. Quiero que me regales tres vestidos: un vestido tan dorado como el sol, otro vestido tan plateado como la luna y otro vestido tan brillante como las estrellas”.
Y el príncipe le dijo:
- “Bueno,así será”.
Mandó llamar a sus soldados, a sus ayudantes, a sus consejeros, a todo el mundo, para que buscarán en cualquier país del mundo el tejido de oro más fino, el tejido de plata más fino y el tejido con diamantes más bellos para hacer los vestidos de su futura esposa. Y cuando consiguió las telas, llamó a los mejores sastres del mundo, para que le hicieran los vestidos más bellos nunca vistos.
Después de un tiempo, el príncipe apareció con los tres vestidos. Y la princesa sorprendida, pensó que tenía que pedirle otra cosa, para ver si mientras cambiaba de opinión. Y le dijo:
- “Muy bien, ya tengo los vestidos que le he pedido por mi regalo de pedida, ahora quiero mi regalo de novia. Quiero un abrigo que este hecho con un trocito de piel de cada uno de los animales que existen en el planeta, quiero un abrigo con toda clase de pieles”.
Y el príncipe le dijo:
- “Bueno, pues así será”.
Y ella pensó que hasta que cacen a todos los animales, les quiten un trocito de piel y hagan el abrigo, pues hasta eso al príncipe ya se le habrá pasado el querer casarse con ella.
Pero no, casi un año después; la princesa ya tenía 18 años. El príncipe apareció con el abrigo de toda clase de pieles. Y a la muchacha se le cayó el alma a los pies, porque ella no estaba dispuesta a casarse con alguien a quien no amaba.
Así que la noche anterior a la boda, se puso la cadena que tenía desde bebé con la medallita de la virgen y el anillo de boda de su madre colgando, cogió los tres vestidos, los metió en un hatillo, se puso el abrigo de toda clase de pieles, que era un abrigo enorme que tenía capucha y tenía las magas largas, para meter los brazos, y llegaba hasta los pies. Y se escapó de palacio, para no tener que casarse con el príncipe del reino más cercano.
Pasó durante mucho tiempo huyendo de palacio sin saber exactamente a donde iba. La princesa lo que hacía era que durante el día se refugiaba en las ramas de los árboles y dormía ahí, y por las noches caminaba y caminada sin rumbo, y alejándose lo más posible del palacio de su padre.
Una noche, al caer la tarde,estaba escondida en una cueva que hacía un árbol seco, y cuando se estaba levantando para ponerse a caminar, oyó voces de hombres. Ella tenía miedo de que fuera su padre, entonces se tapó en el abrigo y se quedó ahí escondida. Pero de repente, los perros que llevaban los hombres, olieron algo, y se acercaron al árbol donde estaba escondida la princesa, y oyó que decía los hombres:
- “Es un animal dispararle”.
Entonces ella se levantó rápidamente y dijo:
- “No por favor, no me disparéis, yo soy solo un animal abandonado que no hago daño a nadie”.
Claro al oírla hablar, pues la hicieron salir. Y al ver que era una chiquilla, deciden llevársela al castillo.
Ella no quería ir porque pensaba que iban el castillo de su padre, pero gracias a Dios se dio cuenta de que le estaban yendo aun sitio desconocido para ella. Entonces se relajó y se dejó llevar.
Cuando llegaron allí todo el mundo le preguntaba que ¿cómo se llamaba?. Y ella nunca decía su nombre. Ella solo decía:
- “Yo soy toda clase de pieles, no recuerdo quien soy, soy un animal”
Y no hacía más que repetir esas cosas.
De forma que decidieron que como no tenía hogar, podría ayudar en las cocinas de palacio a fregar los platos y a ayudar al cocinero.
No se quitaba el abrigo de toda clase de pieles. Iba con él a todas partes, incluso a las cocinas.
El caso es que ella vio al príncipe de la corte. El príncipe de esa corte era un chico un poco mayor que ella, muy elegante, que pasaba por las cocinas a hacer bromas con el cocinero... y ella se empezó a enamorar de él. Pero claro por una parte ella decía:
- “Yo soy una princesa y merezco casarme con un príncipe”
Pero por otra parte, no se veía segura como para decirle quien era, no vaya a ser que hubiera algún tratado entre los dos reinos, y le hagan volver al castillo de su padre a casarse con el príncipe del reino más cercano. Total que ella prefirió quedarse callada y amar en silencio.
Un día se anunció que el príncipe tenía que elegir esposa. Hicieron tres noches de bailes, una fiesta de tres días para elegir esposa.
Toda clase de pieles pensó que iba a perder la oportunidad de casarse con el príncipe, y entonces decidió que tenía que hacer algo.
Esa misma noche cuando ya había terminado de fregar, le pidió al cocinero antes de que empezara el baile:
- “Por favor déjame asomarme aunque sea por detrás de las cortinas para ver el baile, porque nunca he visto un baile y me gustaría verlo, y ver los vestidos de las damas y de los caballeros”.
El cocinero le dijo que si pero que no se retrase mucho, que luego le tenía que ayudar a recoger todo. Y ella le dice que no se preocupase.
Se fue corriendo a su habitación, se limpió la cara, se limpió las manos, se lavó el pelo, se vistió con el vestido tan dorado como el sol y se presentó en el baile.
El príncipe en cuanto la vio, le pareció la mujer más bella del mundo, que lo era. Y empezó a bailar con ella, y a hablar con ella, y le pareció una chica super simpática, elegante, dulce, super buena, super guapa, y estaba emocionado con ella.
Como ella le había prometido al cocinero que iba a volver, y no quería desvelar todavía quien era, pues en el momento en el que la gente se empezó a ir, le dice al príncipe que se tiene que ir y sale corriendo.
Se fue a su habitación, se volvió a poner el abrigo de toda clase de pieles, se tiznó la cara y las manos y bajó a las cocinas.
El cocinero le echó la bronca por haber llegado tarde, pero le dijo que se tenía que dar prisa porque tenía que preparar el consomé al príncipe, que toma todas las noches, y que como él estaba tan liado era ella quien se lo tenía que subir a la habitación.
Total que le preparó el consomé y dejó caer la medallita de la virgen que llevaba colgada en el cuello, y le llevó el consomé. El príncipe le dio las gracias, lo recibió, y ella se bajó a su habitación a dormir.
El príncipe empezó a cenar pensando en la dama tan hermosa que había visto y que se estaba enamorando de ella, y notó que al final del consomé había como algo que sonaba, hurgó y saca la medallita y dijo:
- “¡Uy, a alguien se le habrá caído esta medallita!”.
Así que bajó a las cocinas.
El cocinero ya estaba terminando de recoger y le dijo:
- “¿Quién me ha hecho hoy el consomé?”.
Y le contestó:
- “Yo, majestad”.
Y el príncipe le dijo:
- “¿Y se te ha caído algo?”.
- “No que yo sepa, pero ¿estaba bien el consomé?”
Y dijo el príncipe:
- “Si si, estaba estupendo. Pues nada, buenas noches”.
- “Buenas noches majestad”.
El segundo día fue exactamente igual, solo que la princesa se puso el vestido tan plateado como la luna, de forma que el príncipe ya estaba loco por ella, le parecía preciosa. ¡Parecía una princesa!
Y cuando llegó la noche pasó exactamente lo mismo, solo que en ese caso dejó caer en el consomé solo la cadenita, sin nada colgando; ya que había dejado encima de su mesita de noche el anillo de bodas de su madre.
Cuando el príncipe se estaba tomando el consomé se dio cuenta de que había algo, lo sacó, y se dio cuenta que era una cadenita, y le pareció muy raro todo aquello. Llevaba dos días seguidos encontrándose cosas en su consomé. “¿De quién serán?” pensaba. Así que decidió estar más atento.
Y llegó la tercera noche, la princesa toda clase de pieles, se vistió con el vestido tan brillante como las estrellas, todo de diamantes, y hacía que su cabello que era rubio, y muy largo brillará. De forma que ese día el príncipe no tuvo ojos para nadie más que para ella y estuvo toda la noche con ella.
Pero en el momento de acercarse, ella se tenía que ir corriendo a las cocinas, salió corriendo, pero el príncipe la retenía y la retenía y hablaba con ella y la retenía y la retenía. Mientras hablaba con ella, el príncipe que no era tonto, como le tocaba las manos, de repente le metió un anillo en el dedo sin que ella se diera cuenta. Ella estaba más preocupada de irse, que de lo que estaba pasando.
Cuando el príncipe la soltó, salió corriendo, se fue a su habitación pero como era super tarde, solo le dio tiempo a ponerse el abrigo de toda clase de pieles, y no le dio tiempo ni a quitarse el peinado ni nada, pero cogió el anillo de bodas de su madre; y bajo a las cocinas. El cocinero que estaba enfadadísimo, no se dio cuenta de lo arreglada que iba toda clase de pieles; al cocinero lo único que le preocupaba era que ella le hiciera el consomé y se lo subiera al príncipe a su habitación.
Así que ella le hizo el consomé al príncipe, le echó dentro el anillo de su madre que era lo único que le quedaba, y subió a llegarle el consomé al príncipe. Entonces el príncipe que siempre abría la puerta, y recibía el consomé, le daba las gracias, las buenas noches, y cerraba la puerta, le dijo antes de que toda pieles se fuera.
- “Sino te importa, tengo mucha hambre me lo voy a comer muy rápido espera a que me lo coma y te llevas el bol”.
Y claro si lo ha dicho su majestad, hay que hacerlo.
Ella se quedó en frente del príncipe, con la cabeza hacia abajo, intentando taparse la cara con el abrigo de toda clase de pieles, y con las manos metidas en las mangas, tapándose las manos para que el príncipe no se diera cuenta que tenia las manos sin tiznar.
Toda clase de pieles todavía no se había dado cuenta de que llevaba un anillo que no llevaba antes.
Entonces el príncipe se sentó delante de ella con el bol, y la cuchara y empezó a comerse el consomé, diciendo:
- “Pues está muy bueno esto, ¿quién lo ha hecho, lo ha hecho el cocinero o lo ha hecho tú?”
Y ella dijo:
- “Lo ha hecho el cocinero majestad”.
Y el dice:
- “¿Estás segura de que lo ha hecho el cocinero? Porque es que los dos días anteriores me he encontrado cosas que no son del cocinero, las tengo aquí puestas en la repisa de la chimenea, es por si son tuyas para devolvértelas”.
- “No son mías majestad”.
- “Es que son unas joyas de oro muy bonitas”.
- “¡Uy yo no tengo joyas de oro majestad!, yo solo soy un pobre animal abandonado del bosque”.
Y el príncipe dijo:
- “Uy parece que hay algo al final del bol, ¿que será?”.
El príncipe cogió el anillo, sonrió, ella todavía no le estaba mirando, se acercó a ella, le hizo levantar la vista, y le dijo:
- “¿Tú sabes de quién es lo que yo he encontrado en el bol?”
Ella negó con la cabeza.
- “Pero ¿sabes lo que es?”
Y ella respondió:
- “Pues parece un anillo de bodas”
Y él añadió:
- “Efectivamente, este anillo de bodas es el compañero del anillo que llevas en tu dedo, porque tú eres la mujer con la que siempre he soñado. Con la que quiero pasar el resto de mi vida, me da igual que seas una princesa o una campesina, porque me he enamorado de ti, y quiero pasar mi vida, contigo”.
En ese momento ella lo abrazó, lo besó, le contó su triste historia. Él le dijo que la iba a proteger siempre de su padre y del príncipe del reino más cercano. Se casaron y fueron absolutamente felices.
Y COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO.
Este cuento es una adaptación realizada por mí, a partir del cuento de "Toda clase de pieles", es una adaptación dirigida a niños de entre cinco y seis años.
En esta adaptación he cambiado algunas cosas debido a que me parecían poco apropiadas para contar, como por ejemplo en lugar de poner que el padre se quería casa con su hija he puesto que había un príncipe que se tenía que casar con ella.
He realizado otro tipo de cambios, en vez de poner que era solo una princesa, he puesto que eran gemelas, y que eran igual de guapas. Y con ellos los regalos que en el cuento de "Toda clase de pieles" le da la madre a su hija porque sabe que se va a morir, lo he tenido que cambiar en el sentido que al ser gemelas no podían ser exactamente lo mismos regalos. En vez de ser el anillo de bodas de la madre, he puesto que cada una de las gemelas tenía el anillo de boda de cada uno de los padres.
He intentado cambiar lo posible para que la adaptación tuviera sentido y coherencia, y he puesto los mismos diálogos ya que me han gustado y quedan muy bien con la adaptación, cambiando como ya he dicho lo que no me parecía apropiado.
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